EL CAFÉ DE CORREOS, LOS DE “RAYADILLO” Y ABDONA GARCÍA.


Entre la infinita historia, los abundantes cafés y la multitud de personajes que pasaron y pasan por la Puerta del Sol de Madrid, resulta difícil destacar algo que no se haya dicho con anterioridad. Esta plaza, que no es tal, sin puerta, aunque dicen que la tuvo, remodeló sustancialmente su estructura durante los años de 1857 a 1862 para configurarla como la vemos en la actualidad, absorbiendo los callejones de la Duda y de Cofreros, la calle de la Zarza y parte de las de Montera, Carmen, Preciados, Arenal y Mayor. 

Fotografía de Charles Clifford.
En este montaje de dos fotografías se aprecia como era la Puerta del Sol cuando daba comienzo su remodelación de mediados del siglo XIX. A la derecha se ve con claridad la calle de la Montera.

En la Puerta del Sol o en sus aledaños hubo varios cafés llamados de Correos, dada la proximidad a la Real Casa de Correos (hoy Comunidad de Madrid) que en el siglo XVIII proyectara el arquitecto Jaime Marquet. El último de los cafés con este título se situó en el número 9 (anterior nº 10) de la Puerta del Sol, con salida a la calle de Tetuán, número 14, junto a Casa Labra
Fotografía: M.R.Giménez (2011)
En este edificio de la Puerta del Sol estuvo el acceso principal del café de Correos.

El café de Correos remataba la Puerta del Sol con la calle del Arenal y parece que fue inaugurado nada más terminar la remodelación de la zona, alrededor del año 1865. 

Los asiduos a este café con derecho a publicar en los periódicos, se referían a él como un sitio por el que pasaba demasiada gente, lleno del humo de los cigarros y carente de personalidad. Era el más gregario de los cafés de la Puerta del Sol. Su horario lo mantenía abierto las veinticuatro horas del día y se le conocía como un asilo benéfico de golfos. Negociantes recién llegados a Madrid constituían su parroquia, entremezclados a veces con las tertulias de José Augusto Martínez Ruíz (Azorín), Pío y Ricardo Baroja Nessi y Pedro de Répide Gallegos, entre otros. 

Hasta el año 1906 el café de Correos compartía los locales del edificio de la Puerta del Sol con la sociedad francesa Credit Lyonnais. Esta entidad financiera propuso a Villamil, dueño del café, la compra del local ante su necesidad de expansión, a lo que este propietario se negó rotundamente. El desacuerdo entre los dos negocios se hizo patente en la prensa del momento hasta que un día del año 1905, el dueño del café de Correos compró el edificio entero de la Puerta del Sol echando de él a su adversario financiero, que se vio obligado a trasladarse a otro inmueble de la calle de Alcalá. 

Fuente: Crónicasderetaguardia.es
Fotografía tomada durante la Guerra Civil Española en la que se aprecia la fachada del café de Correos, a la izquierda. La calle de Preciados es la que se ve a la derecha. El edificio resultó casi destruido por los bombardeos fascistas.

La acera de la Puerta del Sol (entre las calles del Arenal y de Preciados) en la que estuvo el café de Correos, era conocida como “la de los repatriados” ya que fue en ella donde se reunían aquellos desdichados hijos de España a su regreso, tras el Desastre del 98 o pérdida de las colonias españolas en ultramar. Conocidos como “los de rayadillo”, por el dibujo de la tela de sus uniformes militares, aquellos soldados deambulaban por la zona sin más porvenir que su recíproca compañía. Homenajes farisaicos e imposición de medallas sin más, serían los únicos pagos que recibieron  después de llegar a España anémicos y sin fuerzas, tras la contienda. Aún en el año 1904, los periódicos hablan de 3.000 españoles cautivos, que esperan su redención de los poderes públicos y se pronunciaban enérgicos discursos abogando porque se pagara el rescate de los prisioneros, por parte de la Casa Real y el clero, cuyos intereses defendieron aquellos desventurados. 

Foto: M.R.Giménez (2012)
 La acera de los repatriados en la actualidad, donde se juntaban "los de rayadillo" hasta que fueron desapareciendo. 

Pero nada de esto sucedió ya que aún en el año 1956, en plena dictadura franquista, “los de rayadillo” ya muy ancianos, se concentraron en la misma acera de la Puerta del Sol pertrechados de todas sus vanas condecoraciones, con el fin de solicitar una paga de 5.000 pesetas anuales para su manutención. La respuesta siguió siendo la misma: Los expedientes de cada uno de los soldados se estaban tramitando (cincuenta años después) y ya obtendrían respuesta. Naturalmente, la resolución nunca llegó. 

El café de Correos servía de paso entre la Puerta del Sol y la calle de Tetuán. Muchos eran los que atajaban por ese camino entre las dos vías hasta que en el mes de octubre de 1921 un ex concejal del ayuntamiento se precipitó por la cueva del café, que tenía su puerta abierta por obras. El hombre, que era corto de vista, resultó herido de gravedad. 

Fuente: Cronicasderetaguardia.es
Calle de Tetuán  con escombros durante la Guerra Civil Española. Se ve la salida trasera del café de Correos junto a Casa Labra, que aún existe. 

Otro hecho curioso sirvió de noticia a todos los periódicos de Madrid, en el año 1930. La tarde del día 14 de abril entraron en el café de Correos dos caballeros altos de cuerpo, de miembros avellanados y elegantemente vestidos. Cruzaron rápidamente el local mientras arrojaban billetes de 20 duros del Banco de España. Se trataba de billetes chachipén, que diría un castizo saliendo por la puerta velozmente. Un parroquiano, a los pies del que había caído gran cantidad de parné, lo recogió del suelo para entregárselos al camarero, por si alguien preguntaba por ellos. 

Los vendedores ambulantes poblaron las aceras de la Puerta del Sol hasta que el año 1908 el ayuntamiento ordenó su dispersión y Abdona García González era una de ellos. 

Toda una institución portasoleña, Abdona era la decana de quienes se ganaban la vida expendiendo insólitas mercancías como los palillos de enebro para la dentadura, las gomas de paraguas, Toribio saca la lengua, El Zaragozano - calendario que acierta siempre y no se equivoca nunca - o las cerillas de la Concepción, sin trampa ni cartón, siendo sus principales clientes “los de rayadillo”. 

Había comenzado a trabajar en las aceras de la Puerta del Sol en el año 1870, cuando apenas era una niña y continuó haciéndolo hasta el final de su vida, pero trasladándose a la puerta de La Almudena, cuando un bando municipal permitió únicamente a los vendedores de periódicos vocear sus mercancías. Murió en el año 1956, con casi noventa años, sin dejar de vender sus artículos para poder supervivir. 






Fuentes:
Hemeroteca B.N.E.
Hemeroteca ABC.
“Guía de Madrid, manual del madrileño y del forastero” Ángel Fernández de los Ríos.
Prensahistorica.mcu.com
Cronicasderetaguardia.es

Comentarios

  1. Como visitante esporádica que soy de Madrid, la puerta del sol casi es lo que más veces he visitado y ahoro me encanta conocer las historias de la plaza. Por cierto, lo del atajo entre la Puerta del Sol y la calle de Tetuán por el café de correos me ha encantado. Pero pobre el ex-concejal que se cayó por la cueva! jaja

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  2. Hola Roser:
    Parece que era frecuente atajar por los cafés para ir de una calle a otra, a pesar de que únicamente sirviera para ahorrarse unos pocos metros. El atajo también debía servir para echar una ojeada al local y cotillear sobre lo que por allí pasaba.
    Feliz 2013.

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  3. Acudían muchos adictos a morfina el sueno era don paco

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